Muchas veces escondo lo que no quiero ver, creyendo que así "eso" dejará de existir o al menos dejará de incomodarme durante algún tiempo. Lo escondo detrás de alguna máscara; o a veces simplemente lo maquillo con una capa bien gruesa de pintura o lo ahogo en unas cuantas copas de vino. Eso último me resulta bastante divertido, aunque al día siguiente pague un precio elevado por ello. Pero "eso" que no quiero ver siempre está ahí. Es parte de mi, aunque haya aprendido a ignorarlo.
A veces lo que escondo no es nada malo, es algo que creo que es malo, o que me han dicho que lo es. Y yo lo he creído así.
Pensar así es humano.
Mirar dentro pues es una cuestión de vida o muerte. Miro mi miedo y mi vergüenza, para explorar esas partes de mí que tanto he escondido.
Ahora mismo siento mi vergüenza diciendome... ¿Pero para qué escribes esto? ¿Qué van a pensar de tí? Pero acepto estos pensamientos como parte de mí y sigo haciendo lo que me apetece, aunque me opriman fuerte el pecho.